miércoles, abril 5

...de Retratos.

Serie Punk is not dead. Angelito living.

...de Antología Poética Moderna.

La órbita de cada planeta
es una elipse,
y el Sol
se encuentra
en uno de sus focos.

La línea que une
el planeta al Sol,
se encuentra
en uno de sus focos.

Los cuadrados
de los períodos de revolución
son proporcionales
a los cubos de
la distancia promedio:
al Sol.

Kepler, 1609-1619

...de Retratos

Serie Torsos maravillosos. Ramón, owner.

...de Notas para una novela sobre Morisot

2.

Dura un instante. El sol entra y los azulejos del baño se encienden de blanco. La luz dibuja un trapecio que se arrastra sobre la superficie desnuda y los límites, agudos, atrapan la sombra de todo aquello que se interpone entre la ventana y la pared, como una frontera. Pero dura un instante, luego se va. Y aunque aquella nube deja de entorpecer el paso, la superficie que vuelve es ahora distinta. Parecida la forma, pero ya no aquí, sino un poco más lejos: ya otro territorio.

En Raquel esta visión provoca el regreso de otros días. Aquellos años. Aunque más que despertar un recuerdo, lo que hacen es devolverla allí y revivir aquel tiempo. Más suave, más fácil, piensa. Y si no fuera por la conciencia que siempre está ahí, encadenándola al piso, casi se echaría a reír. En vez de eso, el presente ejerce de contrapunto que repite que lo real es aquí, dentro del baño, ahora. Lo otro sólo mentira. Lo extraño, entonces, es por qué, aunque tiene claro que la sensación no es nueva, Raquel se ha puesto hoy a pensar en ella. A racionalizarla. Y a ponerle un nombre: Manuel.

Es curioso que no haya surgido El Otro, y sí alguien que no ha visto en 7 años. Y eso sorprende a Raquel. Le hace darse cuenta, así de pronto, de que no le importa que se haya ido. Ha pasado sólo un día. Al parecer, más que suficiente para olvidar tres años. Y eso Raquel no lo entiende. Porque antes era distinto, con Manuel fue distinto. No hay depresión, ni un rastro de dolor. Y no es que hayan sido relaciones tan dispares.... El sol, en forma de recorte, regresa a la pared que Raquel tiene frente a ella. Al principio de estar con El Otro solía compararlas, pero poco tardó en dejar ese hábito. No porque ellos fueran diferentes, en cierto modo se parecían, lo que varió fue el punto de referencia. Ella misma. Pero ahora, de pronto, ha vuelto a hacerlo. Eso es lo que sorprende a Raquel.

Y le hace gracia. Porque piensa que por entonces no era ella, sino una niña con el mismo nombre. El sol ha continuado su recorrido hasta una de las esquinas del baño. El lateral del trapecio se rompe en la unión de las dos paredes, añadiendo dos vértices más. Uno de ellos apunta hacia el rollo de papel higiénico. Raquel alarga el brazo hacia éste, de modo que su mano irrumpe en terreno soleado y dibuja sombras en la pared, cuando de pronto se detiene. Se ha dado cuenta de algo, de un detalle vivido hace años, y que ahora toma una dimensión que había permanecido oculta. Es de noche. Manuel la acompaña de regreso a casa. Y Raquel no recuerda muy bien cómo, pero él se enfada cuando ella le confirma que no tiene celos de una compañera de facultad. No recuerda el nombre de la chica. Estudiaba con él, eso seguro. Pero nada más. Y el pobre tan ofendido. Sólo porque a ella le da igual que su novio se vea con aquella chica. En ese momento no lo entendió, pero ahora… De pronto, con una seguridad que no deja espacio para la duda. Como una revelación, lo sabe. Tiene sentido, ahora sí. Pero no le molesta. Lo siente, pero no por ella. Le da pena Manuel, su mediocridad. Como un niño pequeño que no dejará de sentirse culpable hasta recibir el castigo y por eso lo busca. En ese momento a ella ni se le pasó por la cabeza. Tiene gracia, piensa, que, seis años después, sentada en el baño, me dé cuenta de que Manuel me ponía los cuernos. ¿Y por qué no le importa?

Ha pasado ya mucho tiempo. Pero eso no es. Ha vivido otra vez ese momento, como si estuviera allí, y resulta que le da igual. No se siente ni mejor ni peor. Tan sólo una pesada indiferencia. Manuel y El Otro eran iguales, mediocres. Y ahora, mientras el sol se apaga por hoy y la pared vuelve a su aburrida repetición, Raquel acepta esa mediocridad. La misma que le parece que pringa todo, que la rodea y de la que también ella forma parte. Una persona más de un mundo sin motivos para...

Raquel está tranquila. Por primera vez en el día, relajada. Por primera vez en mucho tiempo, sin miedo. Suelta un suspiro y, aunque ella no se da cuenta de ello, su rostro pierde la rigidez habitual hasta dibujar casi una sonrisa. Todavía no lo sabe, tendrá que pasar un tiempo, pero dentro de no mucho también se acordará de este día. Mientras tanto, Raquel se limpia, se sube los pantalones, tira de la cadena y sale del baño. Ahora cerrará la puerta...